Todo hombre carga de por vida un espejo, único e inseparable como su sombra. Casi todos o quizás todos nuestros espejos son inexactos o no nos favorecen, aunque en distintas formas e intensidades. Unos magnifican, otros disminuyen, y otros devuelven imágenes lúgubres, cómicas, burlonas o aterradoras. Pero las propiedades de nuestro propio espejo no sonSigueSigue leyendo «El Pozo de Narciso, W. H. Auden»